lunes, 2 de abril de 2012

El humanismo del "YO"


El yo, siempre será perjudicial para la raza humana. Ejemplos:
Ezequiel 28:17 “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura”.
Daniel 4:30 “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”
Apocalipsis 3:17 “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad…”
Desde el principio el orgulloso corazón acabó con la bendición, esa bendición que se iniciaba en el cielo, donde el Rey dispuso libertad para pensar y actuar. ¿Por qué luego de las bendiciones que nos otorga el Señor desconocemos su señorío? Llegamos al punto de querer tomar su lugar; así sucedió con satanás, con el rey Nabucodonosor y sucede actualmente con la iglesia.
El humanismo nos enseña que el hombre puede por sus propias condiciones y talentos ser mejor, la filosofía y psicología nos dice que el hombre es capaz cuando saca de su interior y de su mente la fuerza que tiene arraigada en lo profundo de su ser. La educación desde siempre, ha sido garante de estas leyes internacionales del humanismo; y que decir de los derechos humanos que es la gran prédica mundana del día de hoy.
El yo es la causa de la perdición humana, es la causa del declive mundial; porque fue la causa del término de parte de la raza humana en los días de Noé, fue la causa de la destrucción de la ciudad de Sodoma, fue la causa por la cual Israel se alejó totalmente de los mandatos del Señor y es la causa por la cual millones día a día se pierden del camino que nos trazó el Señor.
Dice la Palabra de Dios: Sé pues celoso y arrepiéntete. Esta es la orden del Señor, dejar que él y sólo él tenga el poder y toda gloria. Nosotros, quiénes hemos sido llamados por misericordia para liderar, debemos cuidar nuestros oídos y escuchar la voz del Señor, no las adulaciones, ni las palabras que nos “levantan”, sino la voz del Dios. Oremos al Todopoderoso Dios rogándole que nos saque de toda tentación de figuración  y personalismo. Amén. ¡Sólo a Dios la gloria!

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