domingo, 1 de abril de 2012

La Tibieza...¡Fuera!



A mi esposa no le gusta el café tibio, de hecho le da dolor de estómago, le causa náuseas. 
A Dios tampoco le gustan al almas tibias, las aborrece, por eso cuando leemos el mensaje a la iglesia de Laodicea, llama la atención esta palabra:  “Por cuánto eres tibio… te vomitaré de mi boca”. (Apocalipsis 3:16). La tibieza es un pecado que oprime la verdad del Evangelio,  que aleja al creyente de su verdadera devoción: Cristo.
En el Libro de Santiago 1:8, nos señala:” el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. El hombre tibio, el que duda, que es como las olas del mar, de aquí para allá, el que miente aparentando ser rico,  cuando no tiene el tesoro más grande: Cristo.
El alma adúltera, que tiene amistad con el mundo, que trabaja para satanás y para el Señor, honra al pecado y cree honrar a Dios, está lejos de recibir la aprobación del Todopoderoso, del Testigo Fiel y Verdadero. Por esto el ángel que escribe a esta iglesia de Laodicea es el Amén y principio de la creación, porque él todo lo sabe, todo lo conoce ¿Quién podrá engañarlo? Cuando ha estado siempre presente y cuando han querido engañarlo como Acán en los tiempos de Josué, como Ananías y Safira en los tiempos de los apóstoles, como tantos mal llamados cristianos, pastores, misioneros, apóstoles y evangelistas, que se van tras las riquezas de este mundo y tras la parafernalia de imitaciones burdas cuando predican, o entregando palabras que Dios nunca dijo que entreguen. “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad…” (Apocalipsis 3:17) Esta es la tibieza de este siglo: depender del dinero y no de Dios. No sólo de este siglo, lo ha sido siempre; por esto la Palabra de Dios nos remarca que el “amor al dinero es el principio de todos los males”.
Hay solución ¡Gracias Señor! “Yo reprendo y castigo a todos los que amo” ¡Amén! Qué grande es el Señor, estamos a tiempo porque nos ama; sino esta Palabra no estaría en este día. Para el que venza hay algo grande, “le haré que siente conmigo en mi trono”. Estar sentado con Cristo en su trono ¿Es poco? ¡No! Es tremendo, que gran alegría para los que venzan, para los que levanten el Evangelio a pesar de no tener nada, predicando con fe, que lo tienen todo en Cristo. Grande es el Señor, “Sé pues celoso y arrepiéntete”. En el nombre del Señor,  el tiempo es breve, cada día es menos y el reloj avanza porque viene la noche  y resplandecerá la luz de Jesucristo; para el impío el dolor, la oscuridad; para los arrepentidos, la sanidad y el día de gloria.

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