jueves, 14 de agosto de 2014

CÓMO SOBRELLEVAR LA TRISTEZA.


Es el mes de agosto y los meses van avanzando, desde que el papá partió a la presencia de Dios. Cuando reflexionamos sobre la partida desde esta tierra, existe temor, duda y tristeza; porque es difícil aceptar la ausencia de un ser que amamos. Entonces medito en los discípulos de Jesús, quienes tuvieron dos momentos distintos ante la partida de su Maestro. El primero cuando Jesús murió en la cruz del Calvario fue la situación más difícil de sobrellevar, ninguno se encerró en su yo, sino cada uno partió a su labor mundana y hasta en grupo empezaron a trabajar para el sustento. Se olvidaron de lo acontecido, su dolor los llevó a la negación de todo lo vivido.  Luego cuando su Maestro resucitó y los reunió, después de 40 días, para decirles que se iba; pero que les enviaría al Consolador; fue una tristeza pero sin dolor... Esa es la tristeza que a veces siento, no hay dolor, pero hay lágrimas, no hay desesperación pero me gustaría hablar con mi padre; esa tristeza es la que Jesús nos señala en 1° de Tesalonisenses capítulo 4 "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os ENTRISTEZCÁIS como los otros que no tienen esperanza." Esta tristeza es la misma que tenían los apóstoles camino al Aposento Alto, sabían que sucedería algo, no sabían qué; la diferencia es que nosotros sabemos qué sucederá, sabemos lo que viene ¡Gloria a Dios!

Por diez años mi padre sufrió, pero soportó las dialisis; aparentemente su riñón no funcionaba bien y tuvo que rendirse a este sistema. Nunca los médicos señalaron con exactitud porque lo dializaban, y él lo decía: "Nadie sale vivo de esas máquinas"; sin embargo estuvo un año sin diálisis, lo cual fue algo milagroso que sólo Dios lo hizo. ¡Cuánta fortaleza Dios le entregó! Nunca se agotó, sino continuó su pastorado y partió de esta tierra siendo pastor, orando por su rebaño, pidiendo mejores pastos para sus ovejas. Por diez años aprendí de su caminar, por supuesto que yo no quería salír del aprendizaje, quería seguir bajo su tutela; pero todo en esta tierra se termina  para que continúe el trabajo del Señor. Llegó el momento y alguna vez tendré que cruzar el gran río de cristal para estar con los salvados por la sangre de Cristo.  Su silencio hoy es un grito en nuestras almas, su pasión por el Señor hoy nos desnuda ante el poco compromiso con la Obra de Dios, no podemos quedarnos en la vereda del camino porque estamos cansados ¿cansados de qué? La fuerza viene de nuestro Dios, nos dejó el Consolador, su Santo Espíritu ¿Qué más necesitamos? Con eso lo tenemos todo ¡Amén!


No hay comentarios: